viernes, 19 de junio de 2009

Las balas están cayendo cada vez más cerca

Murió Peña y pensaba escribir algo, pero después en el mismo día fallecieron también Alejandro Doria, Oscar Ferreiro, García Hamilton.
Y la televisión se volvió un gran obituario, parece que un muerto le quita rating al otro, todas personas relativamente jóvenes, vitales, como si la muerte hubiera comenzado alguna batalla no anunciada.
Claro, para los medios sólo cuentan los famosos, cuando matan a un tipo en Lanús el titular reza: "Muere comerciante en Lanús" y la noticia tiene un segundo de duración con una musiquita de fondo. "¿Que importa? Si era un carnicero." Y ni siquiera dicen el nombre.
Se desata una catársis mediática que no sé bien a dónde conduce, y la pantalla pasa a ser esa especie de altar del sacrificio del individuo en cuestión.
Aparte de la reflexión, cuando muere un personaje mediático, uno siente que se muere un ser querído virtual, alguien que tal vez sin darnos cuenta, nos acompañó en períodos de nuestra vida.
Peña a lo último ya estaba hecho un plomo, sin embargo, siento lo mísmo por él que si se me hubiera muerto un primo lejano. Sus locuras contenían muchas veces más cordura que la de muchos "cuerdos". No sabía que una pequeña parte de mí aunque microscópica para bien o mal estaba hecha de ese "puto lindo" como quería que lo llamen.
Lo mísmo va para Oscar Ferreiro, ese "malo" favorito de todas las novelas, un tipo que realmente voy a extrañar.

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